Puede que haya dudas y
alguno tal vez confunda título con décimo aniversario, de modo que
vamos a cambiarlo por “carrera de once”; claro que igual ahora
haya quien piense que sólo fueron diez más uno los participantes y
nada más lejos de la verdad, de modo que volvamos a cambiar el
título por: “La mejor carrera del siglo”. Bueno, igual me estoy
pasando porque no solo hubo una carrera, sino varias y además un
siglo da para hacer muchas tonterías, pero este apelativo presta un
montón, de modo que aquí lo dejo.
Ya sabían el señor Díez
y su panda de tarugos (y tarugas con permiso del género neutro)
de sobra lo que se les venía encima, pero esta gente, nadie sabe
aún el motivo, pero no se arruga ante nada (siempre que luego
haya barra libre claro y vaya si la hubo). De modo que aceptaron
el reto habitual y además otro más gordo, que a causa de las
condiciones casi épicas en el aspecto climático, como que algunos
como el gran Malek, que avanzaba en primera línea de fuego, se viese
en la necesidad (según sus propias palabras) de abrir huella
con la nieve por la cintura hagan crecer la leyenda de la “Alto
Sil”. Otro tanto le ocurrió a uno de los corredores locales, un
tal Alonso, que al parecer compartió labores de operario con un
amigo de nombre Eder, dejando paso franco a los que venían por
detrás, que no eran pocos.
Que los “tarugos” se
lo han currado nadie lo duda; desde primera hora de la mañana ya
estaban listas “las chicas del Alto Sil” engrasando y engranando
la maquinaria, a la espera de los primeros corredores, unas esperando
medio de transporte hasta el punto del voluntariado; normalmente y
permítanme la expresión “allá a tomar por el culo”; otras
esperando impacientes a rezagados de turno, otras “gualquitalqui”
en mano comprobando el sonido; otras cambiando su oficio habitual por
el de taxistas; en fin dando los últimos y certeros retoques antes
de la partida.
En este invierno que se
niega a dar paso a una nueva estación los copos de nieve han sido
más abundantes que imprevistos, y nadie sabe la de veces que estos
paisanos han tenido que volver a subir al lugar que ya se daba por
marcado por culpa de esos imponderables que se empeñaban en dejar
unos centímetros de nieve que en algunos casos podrían dificultar
la visibilidad del recorrido.
Con el agua no hubo
problema, porque ya sabemos que «limpia, fija y da esplendor»,
aunque algún Pascual, dejara
que la corriente se le llevara un bastón. Otros prefirieron fundirse
en un abrazo con esa sustancia líquida que tanto amamos y odiamos en
este mundo sin sentido; fuera como fuere, todos sin excepción
quedaron bautizados con el agua de esta décima edición de la
carrera.
Una
pena por otro lado que no todo el público pudiera acudir a los
puntos habituales para arengar a los vigorosos y enérgicos
corredores, ya que las condiciones no fueron las más idóneas, pero
esa ausencia, la suplieron con creces algunos de los voluntarios;
incluso se ha hablado mucho de una osezna que hacía también sus
labores de voluntaria en “Pico Negro”, de la cual dicen los
corredores, se escuchaban tanto sus gruñidos, como el sonido de su
cencerro desde varios kilómetros antes de coronar. Otra en otro
punto diferente, al parecer le pegó tal patada en el culo al marido,
con la consigna de: “gañán, o te espabilas o hoy no
cenas”, que dicen que en un
santiamén , el hombre adelantó a más de treinta rivales.
Los
conductores asignados a la carrera con sus todo terreno, como siempre
unos profesionales como la copa de un pino, siempre solventando los
inconvenientes con mucha paciencia, a pesar de que en alguna ocasión
la dosis de esa actitud, se encontrasen bajo mínimos a causa de
ciertas injerencias involuntarias externas, que les dificultaban
llevar a sus pasajeros de aquí para allá. En este punto advertir a
alguno de los voluntarios que sea más comedido para la próxima,
porque en su afán por abrir paso a un vehículo atollado, se puso a
escavar con tanto ímpetu, que hubo que llamar al tractor para sacar
vehículo y ocupantes de lo que parecía una bocamina.
Definitivamente,
creo que desde ayer, habrá un antes y un después en la forma en que
conocemos esta carrera, y si lleva diez años en el candelero, por
algo será. La gente de Santa Cruz del Sil y alrededores, va
comprendiendo no solo la importancia de acontecimientos como este
para el desarrollo de la región, sino que cada vez valoran más la
labor de toda esta gente que se lo curra con una ilusión envidiable.
Nunca lloverá a gusto de todos, pero eso lo damos por asimilado.
Cuando
algunos se cogen sus vacaciones para colaborar en la organización;
otros para preparar ultimar los detalles físicos, técnicos y
tácticos semanas antes; cuando se ven involucrados restaurantes,
gasolineras, hoteles y todo tipo de pequeños negocios; cuando todo
el entorno se llena personas y de vida; cuando hay que buscar
alojamiento a decenas de kilómetros y cuando el que se retira por el
motivo que sea decide que esta queda apuntada en su agenda para el
próximo año “sí o sí”; supongo yo que la culpa será de esos
tarugos, de los que hablábamos antes, gracias a los cuales; y justo
cuando algunos eventos van cayendo por agotamiento, falta de
previsión o lo que sea, resulta que esta carrera por contra, va
camino de alcanzar cuotas impensables no hace tanto tiempo.