RINCÓN POR RINCÓN: LEÓN

RINCÓN POR RINCÓN:  LEÓN
La catedrál y al fondo montes nevados

31 jul 2017

ZAHIRA





Era poco más del mediodía, mantenía una conversación sin sustancia con un vecino del pueblo, cuando la vi desaparecer ante mis ojos como si fuera el cierzo mágico que viene y se va dejándose acunar por el viento.



¡Era ella!, una de mis musas que daba la vuelta, se marchaba, y mientras tanto, yo quieto como un poste, sin poder pensar, sin reaccionar y deseando terminar aquella interminable cháchara.



Afortunadamente al rato volvió acompañada de una mujer, aprovechando el pequeño desnivel para contonearse con una gracia y un salero impropios de su edad. Subí raudo a mi habitación en busca de mi cámara fotográfica, pero cuando bajé ya no estaba.



Tal vez alguno de aquellos dos antiguos musagetas la trajeran hasta mí, pero ni Apolo ni Hércules consiguieron que permaneciera a mi lado por más tiempo que el que duró aquella visión fugaz que me bombardeó el corazón durante unos instantes y mi memoria durante días enteros.



No estoy triste porque, aunque solo fuera un pequeño instante, la vi y aún retengo en mi memoria aquella imagen de Zahira bajando alegre aquella pequeña cuesta. 

Aquella mujer que la acompañaba en la segunda ocasión, era en realidad mi ex, que con algunas o muchas artimañas consiguió en su día hacerse con la custodia. Ya la he perdonado por aquello, pero viendo ahora lo feliz que parecía la perra, me alegro de haberlo hecho.

6 jul 2017

J O C U S.


He leído por ahí, (no recuerdo donde) lo siguiente: La vida es como un juego en el que hemos tenido la suerte de participar”. Desde luego si como juego ponemos nuestro foco de atención en la palabra latina de donde proviene, es decir “jocus” cuyo significado es diversión, resulta que nos encontraremos con muchos seres humanos que no consideran su vida nada “jocosa” en absoluto, fundamentalmente aquellos que siempre pierden en este supuesto juego. En el reverso de la moneda, encontraremos gente entretenida y divertida, porque les habrán tocado las mejores cartas de la baraja, e incluso hasta los comodines.

Si tomamos juego como “la acción y resultado de jugar”; estaremos pisando un terreno muy resbaladizo, porque por desgracia en todo juego existe la posibilidad de que nos toque el tahúr de turno y a pesar de hacerlo bien, no obtener resultados. Hay quien hastiado de no ganar nunca se aburre y decide terminar de jugar. Hay quien no admite la derrota y se lo hace pagar al primero que pilla, hay quien basa su vida en aprovecharse de la victoria o la derrota de los demás...

Es verdad que nuestra educación va encaminada a practicar un juego que podríamos denominar de “estrategias”, que básicamente consisten en buscar la manera de sobresalir respecto a los demás. Así mientras un uno por ciento lo consigue, del resto, tal vez un 90% son infelices en muchos momentos de sus vidas y tal vez el 9% restante no juegue a este juego porque ha decidido que la vida es otra cosa y pasan de participar.

Pero hay muchos tipos de juegos, el de lo inmediato, lo placentero, lo exigente, el que marca nivel, el de machacar al rival, el que nos ayuda a evadirnos de nuestras responsabilidades, el que nos relaja o nos encabrita (sobre todo si hemos gastado hasta la última perra en cualquier tipo de “lotería”). ¿Cuántos puntos serán necesarios entonces para terminar este juego? ¿Cuántos juegos hasta alcanzar el nivel necesario para que nuestras problemas desaparezcan para siempre?

Nacemos sin un manual; en la niñez no suele haber problemas hasta que los adultos imponen sus reglas y según hayas nacido chico o chica, tal vez te impongan normas diferentes. Pero no olvidemos que “El juego”, es al fin y al cabo azar y el resultado por lo tanto no debería estar en nuestras manos.

Lo cierto es que todos ocupamos un papel único en el universo con una duración ilimitada, porque siempre quedará algo de nosotros por ahí. En el juego, cambiamos un estado de felicidad temporal a veces “instantáneo” y despreciamos un proceso de autoconocimiento infinito que dura tanto como la propia vida.

Y volviendo a la realidad... ¿Cuántas personas poseen el libro de instrucciones de su juego individual? ¿Cuántas sienten que están jugando sin su consentimiento? ¿Quién toma la decisión sobre qué normas valen y cuales no?

Tanto jugar nos ha convertido en adictos al resultado, al triunfo, a la victoria, hasta el punto de que ya no soportamos la vida sin ser aclamados; nos hemos centrado en el juego y nos hemos olvidado de que tenemos una vida que vivir y con eso no se juega.