Era un día laborable (lo
recuerdo muy bien), aunque dudo si lunes martes o tal vez
miércoles. Como me sucede a veces, a las tres de la madrugada me
asomo a la ventana y salvo la oscuridad nada que ver, a las cinco los
ojos como platos, y cuando a las siete comienzo a sentir ese sopor
que precede al sueño profundo, me levanto. He tomado una decisión,
hoy va a trabajar Rita la pantalonera.
Son asuntos sin
importancia, situaciones, circunstancias en las que lo mejor es
dejarse llevar. A mí me ocurre de cuando en cuando y no soy el
único; aún recuerdo lo que le sucedió al Salustiano que se
levantaba todos los días a las seis de la madrugada y así sin
desayunar ni nada salía a andar por el barrio o donde quisieran
llevarle las piernas. Un buen día se encontró con dos señoritas
que le invitaron a desayunar (así por las buenas), y desde
aquél día ya no fue el mismo. Nadie sabe lo que pudo ocurrir en
aquella casa a aquella hora temprana, el caso es que al pobre hombre
le veías a cualquier hora del día levantar las manos al cielo y
murmurar una letanía durante unos segundos, hasta que se ponía de
nuevo en camino.
Como decía antes, son
cosas que pasan. En mi caso lo que hice fue encender el ordenador y
buscar palabras, es un vicio que tengo desde que escucho en la radio
a la Nieves Compostrina. Pues es el caso que andaba yo buscando por
la zeta y después de “zofra” cuyo significado por si no lo saben
es tapete o alfombra morisca, me encuentro el siguiente palabrejo “
zofreral”, y me pone que viene de la palabra zofreiro o zufreiro,
me digo que tendrá algo que ver con el azufre, pero resulta que no
que tiene más que ver con los alcornoques, y es así como me entero
de que en la provincia de León, (quién se lo podía imaginar)
hay un alcornocal al que llaman El Zofreral de Cobrana y si a estas
alturas se han liado ustedes leyendo, se lo perdono, porque yo mismo
estoy aún asombrado.
Mira por donde me dije ya
tengo algo que hacer, así que me monté en el buga y para allá me
fui. Una vez llegado a la localidad de Bembibre, pregunté por allí
por el Zofreiro y nadie me sabía decir, hasta que encontré a unos
chicos que no solo se lo sabían, sino que estaban a punto de ir a
hacer la ruta larga (por lo visto hay otra corta). Me dieron
indicaciones, pero supongo que ante mi cara de no entender nada, se
ofrecieron a llevarme en su tartana a lo que asentí inmediatamente.
Al principio me acordé
del Salustiano, pero solo fue cosa de un minuto, porque los
traquetreos del todo terreno eran considerables y había que
agarrarse a dos manos para no pegar con la cabeza en el techo,
supongo que es lo que tiene la juventud de hoy día, que les gusta
saltar más que estarse quietos.
Llegamos a Cobrana (o eso
creo), y comenzamos el recorrido con gran agrado por mi parte que
no me esperaba tal cosa por estos lares. Entre charla, trago de la
bota y ojear los alrededores se me pasó la mañana en un plis plas.
Agradecido por las
muestras de atención de los chicos, me ofrecí a invitarles a comer,
pero no solo rehusaron, sino que no me dejaron pagar la consumición
que nos tomamos en un bar de la zona.
Sin duda, gente maja esta
del Bierzo, me dieron sus teléfonos por si quería volver a hacer
alguna ruta más, pues por lo visto había para entretenerse durante
un par de meses haciendo rutas por los alrededores. Yo asentí
agradecido, pero estaba deseando sentarme en el coche porque ya no me
sostenían las piernas, de modo que me despedí con alguna excusa
prometiendo llamarles de nuevo, aunque para mis adentros me decía
acordándome del Salustiano “cualquiera sabe lo que nos va a
deparar el mañana”.