Pasan años, pasan
décadas y siglos y seguimos siendo tan estúpidos como siempre.
No se que estaría de
moda en tiempos de las cavernas, supongo que el deseo sería fiel a la necesidad, en aquellos tiempos había pocas cosas
imprescindibles, comer, guarecerse ante las inclemencias, satisfacer
impulsos sexuales y protegerse de algunos animales y de ese vecino un
tanto raro que ocuparía tal vez el rincón más oscuro de la cueva,
o el árbol más apartado del campamento.
Desconozco también si
las primeras escapadas de los asentamientos se realizaron por pura
necesidad, por curiosidad o por ambas; aunque me da por pensar si por
aquella época ya algún mal intencionado haría uso de algún tipo
de publicidad para quitarse colegas molestos de en medio; mensajes
del tipo “por detrás de aquellas lejanas montañas he visto
montones de mamuts”.
Podría repasar alguna de
mis vidas anteriores, pero por desgracia en todas ellas he tenido
grandes fallos de memoria, de modo que mejor hacer uso de la
imaginación, y una de las primeras cosas que se me ocurren es que
aunque seguramente sea cierto que el cráneo era bastante mayor que
el que tenemos en la actualidad, de lo que no tengo ninguna duda es
de que deberían tener una mandíbula a prueba de huesos, porque para
su desgracia se perdieron todos los programas del Arguiñano. Pero
vamos al tema que nos desviamos.
Seguramente no pasó
mucho tiempo en establecerse una situación de dominación, tal vez
del más fuerte sobre el resto, ya que parece ser que por aquella
época, lo que hoy conocemos como inteligencia no estaba muy de moda
lo que me da por pensar si estamos mejor ahora o entonces; incluso si
ahora somos mucho más listos que nuestros antepasados.
Posiblemente ya algunos
espabilados comenzaron a decir lo que estaba bien y lo que estaba
mal, hasta que cayeron en la cuenta del poder que les otorgaba dictar
leyes y de lo sencillo que era arrimar el ascua a su propia sardina
dejando que el resto se la comieran cruda.
Supongo que lejos estaban
de imaginarse la que se lió con Jesucristo, la virgen, Mahoma, Buda
y el resto de dioses que intentamos que prevalezcan hoy día; se
conformaban con cosas más prácticas, como el sol, el fuego, la
tierra; dioses tan necesarios entonces como ahora, aunque en la
actualidad les hayamos perdido totalmente el respeto.
A medida que la
inteligencia se compostaba en el cráneo humano, más aumentaban los
mensajes y los consejos y más habitual se hacía la lucha entre
primos-hermanos. Se crearon casas especiales con diferentes nombres
pero con un mismo objetivo; propagar las diferentes religiones a
varias personas a la vez y ahí si que la liamos de verdad, porque
con cuatro patadas de borrico adoctrinaban a varios pueblos a la vez.
Tal vez ese fuera el
verdadero motivo de la revolución industrial que llegó mucho
después y no esas mamarrachadas que nos cuentan; ¿se imaginan
cambiar el borrico por un barco de vapor?.
Puede que fuera por aquél
entonces cuando comenzaron a utilizarse frases como: “el que más
chifle capador”, o “llevarse el gato al agua”; de
modo que finalmente el que utilizase el transporte más rápido sería
el primero en propagar “su verdad” por el mundo.
¿Se imaginan cambiar
barco por avión?; seguro que fue entonces cuando los yanquis se
enteraron de que Zamora no se hizo en una hora; porque evidentemente,
no solo la religión y la política dominaban la actualidad, (vaya
hombre, ¿no he hablado de la “polis”?, bueno en realidad, hoy
día, no son muy diferentes)
Se imaginan (y termino) ¿cambiar
el avión por la radio?. Menuda la que preparó el amigo Tesla con su
invento. Escuchabas una voz, le ponías cara, cuerpo y figura y la
trompada que te dabas si tenías la oportunidad de toparte con su
dueño era morrocotonuda (había un espacio para la imaginación).
Hablar y que todo el mundo te escuche
sin moverte de tu casa, es el no va más, bueno hay algo aún más
innovador, pero es tan perverso, tan pernicioso, tan dañino y ha
manipulado a tantos millones de tontos que prefiero que siga oculto
por el resto de los días.